lunes, 5 de octubre de 2009

Los Gelbard: Ber, Fer... y Bequer (2, End)


-¿Sabe, mámele? -dijo ufano Ber, el padre de Fer- vengo escuchando música klezmer en la radio de la limusina. Tengo puesta fija la "Ídishe Shu". Mis custodios ya se van acostumbrando. Creo que... casi, casi, hasta les gusta... o por lo menos, se la bancan. Si hasta Rucci tararea canciones ídish, y me pide que se las traduzca...
Ferni terminó de ejecutar -en el sentido literal de la palabra- a la ídishe mame, y sacó de su bolsillo un tonette de plástico. Lo empuñó con su mano derecha -para tocar las melodías- y con la mano izquierda hacía ¡al mismo tiempo!, los acordes de acompañamiento. ¡Una proeza musical, digna del Soleil! (el Teatro, no el Cirque...)
Ya envalentonado y dispuesto a todo, arremetió contra 'Hava Naguilah'. Don Szmedra, como si tuviera shpilkes en el tujes, se paró de un salto, corrió el shlape negro para atrás y se puso a zangolotear, dando palmadas. Agarró a su mujer, que tenía una filosa cuchilla en la mano derecha (la izquierda, cerrada en un puño, le servía de medida para el grosor de las fetas de fiambre). Ella se secó las manos en el delantal y, sin soltar el ominoso facón, aferró apasionadamente al Ministro y a un par de barbudos que esperaban pacientemente su turno, e iniciaron una loca ronda vertiginosa en el medio de la fiambrería.
Yo, con mis modestos 100 gramos de pastrom ya pagados y envueltos en papel de estraza, intuía que estaba siendo testigo afortunado de una especie de rara combinación de Waterloo, colinas del Golán, Ayohuma y un Vilcapugio de trascendental importancia para el futuro de mi Patria. Lástima no tener una camarita, aunque fuera sólo una mísera Kodak de cajón... Estuve a punto de llamar a Crónica, pero no llegarían a tiempo.
Los taconeos, las palmadas y los gritos retumbaban escandalosamente, rebotando entre el piso de largas y baqueteadas tablas de pinotea, y el alto y húmedo cielorraso.
Me acerqué a la vidriera que, durante generaciones y generaciones, habían profanado miríadas de moscas. Oteé alternativamente a la calle -donde los gorilas miraban atónitos hacia arriba, sin poder creer lo que oían, apuntando las Itakas hacia el local- y la alucinante escena del interior.
Milagros de la música klezmer.
Gelbard, el excelentísimo señor ministro de economía, enajenado por el recuerdo de sus propias épocas musicales, bailaba orgulloso de que, ahora, el klezmer era su benemérito íngale de las manos de nieve. El pastrom y la economía podían esperar. Los ceñudos custodios, también.
Ahí mismo, en medio del surrealista aquelarre, se me ocurrió el tema para un cuento. Por lo menos ya tenía el título (aunque era un poco largo):
"Un plétzale de pastrom y pepino, acompañado por música klezmer, y su incidencia en la macro economía argentina de los años setenta".
Después ocurrieron diversos maises. Pero esas ya son otras historias.
* Gracias, Gustavo Adolfo Bequer por tus premonitorios versos. Y también, ¿por qué no?, gracias a José Ber & his son, Ambassador Fernando Gelbard.
(Shoin, fin)

1 comentario:

  1. Volveran las oscuras golondrinas a tu balcon sus nidos a colgar, pero los 10 mangos que te preste el ano pasado...esos no volveran...
    Leo, me has emocionado. Siempre conservo mi hacha afilada para tocar el piano. Si me agarran en ION me matan! A kish in punem, Fernando Gelbard, Drektor de Empresas Varias

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