jueves, 21 de octubre de 2010

La Gloria de Astor (2)


"Si no hubiera sido por Nonino, hoy estaría tocando el arpa en lugar del bandoneón", diría años más tarde Astor en un reportaje, refiriéndose a la tragedia de Medellín.
De regreso a Buenos Aires, Piazzolla se metió en el ambiente tanguístico, en el cual se destacaba el gran Julio de Caro, (el intérprete del novedoso y efímero "violín-corneta") a quien admiraba al punto de dedicarle su tango "Decarísimo".
Pero estaba insatisfecho. Tenía conceptos propios que eran, al menos, demasiado prematuros e innovadores para los tangueros tradicionales. De sus juveniles experiencias en la sinagoga de Brooklyn traía muy metidos en su memoria, quizá sin tener plena conciencia de ello, los ritmos y la síncopa de la música klezmer. Bastaría con comparar los inflexiones de un "sher" con sus posteriores composiciones, por ejemplo, "Verano Porteño" o "Adiós Nonino".
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El eximio baterista Enrique "Zurdo" Roizner hizo un invalorable aporte en mi propia grabación del CD "Canciones en Ídish que Cantaba mi Padre". Recién ahora me confesó que en un solo 'ad libitum' que tenía marcado, entre 'Freilejer Sher' y 'Pliasken Tanz' (Las Palmadas), no hizo más que repetir de memoria los solos que le escribía Piazzolla para varios de los temas que grabó con el "Octeto", el mismo que tocó en el Teatro Colón y que recorrió triunfalmente el mundo. No olvidemos que también estuvieron en algún momento, en esos memorables Octeto y Quinteto, Pablo Ziegler en piano y Szimza Bajour en violín. Orquesta ecuménica, sin dudas...
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Mientras musicaba en piringundines y bailongos, no paraba de estudiar para dominar mejor su instrumento.
Al presentarse, en 1953 y por consejo de su maestro Alberto Ginastera, al importante certamen "Febian Sevitzky", ganó sorpresivamente con su 'Sinfonía de Buenos Aires'. El estreno en Buenos Aires, dirigido por el propio Sevitzky, provocó enormes protestas por la inclusión de bandoneones en una agrupación sinfónica. Pero ganó también una beca para estudiar armonía y composición ni más ni menos que con la prestigiosísima Nadia Boulanger, en París.











(Continuará)
Autorizada la reproducción, mencionando la fuente.

lunes, 18 de octubre de 2010

Astor Piazzolla: un "criptoklezmer" (1)

Todo tiene que ver con todo: Astor, Gardel y Medellín; Little Italy y Al Capone; Brooklyn y Meyer Lansky; Hoboken y Sinatra; Bandoneón, Klezmerai y Tango. La Biblia y el Calefón...
Heinrich Band, alemán nacido en 1821, creó un instrumento portátil inspirado en la concertina, con la intención de proveer de música a las pequeñas iglesias que no podían comprar ni mantener órganos o siquiera armonios. Jamás imaginó que su invento, al que con obviedad bautizó "Bandoneón", sería con el tiempo el símbolo máximo del tango. El bandoneón llegó a América del Sud a principios del siglo XX, portado por humildes expatriados europeos, y fue rápidamente adoptado por los prostibularios tangueros rioplatenses.Un niño nacido en 1921 en Mar del Plata se alucinó con ese raro instrumento en Nueva York, donde su padre, Nonino, y su familia se habían radicado.
En el suburbio neoyorquino de Brooklyn, cerca de Little Italy y de Hoboken (...y de sus correspondientes gangsters), Astor Pantaleón Piazzolla convivía con todos los credos y razas inmigrantes. Cuando Nonino, ante la manifiesta capacidad de su hijo de diez años, le compró un bandoneón casi nuevo, estaba dando comienzo -sin saberlo- a una renovación tanguística fundamental.
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Cerca de su casa, desde una pequeña sinagoga, requerían al pibe Piazzolla para que acompañara al jazán, el celebrante, cuando había un casamiento. Al finalizar la ceremonia, Astor tocaba solito con su bandoneón los freilaj klezmer tradicionales que había aprendido. El ritmo vivaz y la síncopa de esas 'tijeras' fueron quedando indelebles en su memoria. Esa misma memoria gracias a la cual, además de su español nativo, hablaba correctamente inglés, italiano y, por supuesto, un poco del ídish de sus vecinos y del francés créole de los negros jazzeros venidos de New Orleans.En 1934 el padre de Astor se enteró de que estaba en New York su admirado Carlos Gardel. Talló en madera una pequeña estatuilla y se la envió con su hijo.
El cantante, agradecido, ofreció al gurrumín Piazzolla actuar en la película que estaba filmando, "El día que me quieras": le dieron un pequeño papel de canillita.
Gardel, impresionado por la desenvoltura del jovencito, unida a su habilidad musical y su dominio de varios idiomas, le ofreció un contrato para que lo acompañara en la continuación de su gira por América.
Don Nonino se opuso y, cosas del destino insondable, salvó así a su hijo del desastre aéreo de Medellín donde perdió la vida todo el grupo de artistas.
(Continuará)
Se autoriza la reproducción del texto y collages.
leovigoda@gmail.com






domingo, 3 de octubre de 2010

"Les KlezmerS", ¡Primeros éxitos! (3, FIN)

En cada actuación de "Les KlezmerS" no faltaba quien lagrimeara emocionado hasta los tuétanos al oír melodías tradicionales sonando en viejos objetos cotidianos de su añorado hogar materno. Además de esos temas nostálgicos, remozados con humor, estaban los de su propia autoría.
Uno de los primeros éxitos fue la "Cantata Guefilte Fish". La iluminación del escenario se teñía de un penumbroso color borravino, evocador del tradicional 'ídisher peisaj condiment', el jrein' de remolacha.
Otro muy festejado fue el "Coro-Ario al Tales", magna obra que ya desde el título era una contradicción musical: el arreglo de voces tenía fuertes reminiscencias de un singular orfeón sinagogal teutón.
El auditorio tampoco retaceaba aplausos al oír el "Freilej del Ácido In Mugn", sólo superado por la festiva tijera "Tzures de Mámele".
Su máximo esfuerzo creativo fue consagratorio: el 'gato' criollo -en ídish- "Ij Vel Dir Explikirn" ('El Aclarado').
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Sorprendente: lo que había comenzado como un divertimento se convirtió en redituable profesión. Todo iba bien, in crescendo, pero...
La originalidad trajo el éxito, y el éxito -¿cuándo no?- los primeros roces.
Inicialmente, las desavenencias eran discutidas acaloradamente en privado entre los cinco integrantes de Les KlezmerS . Hasta que la falta de acuerdo, al borde del rompimiento, los llevó a consultar el web site del famosísimo Rab Jud Kovsky (los íntimos le decían "Jerry DerGoy").
Les habían dado excelentes referencias de él. Principalmente, que era de alto pinet, y de un gran olfato para detectar el meollo de un problema.
Luego de un intercambio de mails (en ídish, claro), llegaron a un acuerdo.
Y lo trajeron especialmente del "New Esoteric Cool Temple" de la Collins Avenue, Miami. El Gran Rab portaba varios valores agregados, que lo habilitaban para sus arduos menesteres. Sumaba a su sabiduría un título "Summa Cum Laude" de abogado, recibido en el INTI. Era experto en hipocondría, tarot y curanderismo alo y homeo patético. Como en su juventud, despuntaba el vicio poniendo lavativas e inyecciones intramusculares y subcutáneas. (A las endovenosas no se les animaba, por su persistente hemofobia). Poseía vasta experiencia internacional en mediación entre contrincantes empecinados. Por ejemplo, cuñados socios al 50% cada uno en un local de saldos y retazos de paño lenci en el Once. Lo habían heredado del maquiavélico finado padre de uno, que venía a ser el suegro del otro. Terminaban más peleados aún, pero los unía un lamento borincano: lloraban abrazados, por los altos honorarios oblados por la frustrante 'mediación' de Kovsky.
'Jerry' acostumbraba bambolearse hacia adelante y hacia atrás, con los penetrantes ojos muy abiertos. Cual trucho psicoterapeuta de Villa Freud, ponía oreja atentamente a las cuitas de cada uno. Mientras, acariciaba su frondosa barba blanca y fumaba su cachimba. Entre la humareda -y carraspeos nicotínicos-, tras largas meditaciones bajo su aludo sombrero negro, los llevó varias gélidas mañanas a correr empeñosamente por Palermo y el Rosedal. Luego de un reconfortante baño tibio en la ritual "mikváh", mientras desayunaban 'kasher' en 'Dandy', les daba sus sabihondas conclusiones a los expectantes y extenuados músicos.
Antes que nada: era necesario que volvieran al redil judaico, Rab dixit. Esto quería decir, a la devoción religiosa, con uso de kipá y colocación cotidiana de tefilim digitales. En síntesis, que fueran judíos genuinos.
Gracias a la prosperidad, algunos ya habían encontrado pareja, pese a la cerrada oposición de los padres. (Eran klezmer, y en esos tiempos ser músico equivalía a noctambulidad, vicio, transgresión, y quién sabe cuántos pecados más. Ahora también...). Según el Rab, las esposas debían observar cuidadosamente el kasher hogareño, lucir largas polleras y cubrir sus cabezas con pelucas de kanekalón. Les KlezmerS aceptaron hacer, seis días a la semana, un grupito rodante de terapia y esparcimiento de dos horas y media, corriendo con los tefilim en la frente y el brazo izquierdo, el MP3 en el brazo derecho y las orejas -escuchando reggae de Matisyahu- para dirimir los entuertos y recelos que nunca faltan entre cinco socios, y más aún si son de la cole...
Santo remedio. Tras un retiro espiritual de nueve semanas y media en un raro Spa ortotóxico de Moses Ville, volvieron con renovados ímpetus. Incluso aprovecharon ese tiempo para dejarse crecer la barba y los 'peies', esos largos mechones enrulados de patillas.
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Regresaron a los escenarios. Regresaron a los éxitos. Pero no olvidan los sabios consejos del Rab. Al final de cuentas, meditando y mediando, mediando y meditando, él había sido el artífice de su ahora provechosa y cordial convivencia .
Así siguen hasta hoy. Teatros repletos, cada vez más grandes. Reconocimientos nacionales y ecuménicos. CD's y DVD's; biografías autorizadas (y de las otras); sitio en la Web, blogs de los fans, múltiples presencias en Youtube, Facebook y Twitter. Merchandising con logo (tazas, kipás, llaveros, kaláshnikovs, burakos, skates, remeras, etc.). Tours mundiales cual pop stars, simposios sobre su influencia en floggers, emos y la cultura vernácula.
Los que aún tienen qué peinar, peinan canas. Su entusiasmo juvenil persiste, más maduro y reposado, obvio. El secreto reside en su enfoque cuasi místico del humor y la música. Más aún si esa música es, ni más ni menos, que klezmer.
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Una inquietante pregunta: ¿Qué es Arte?
La mejor respuesta: Arte es lo que perdura.
"Les KlezmerS" ya perduraron varias décadas. Y nada los detiene...
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Dedicado a quien corresponda.
Se puede copiar impunemente.

viernes, 1 de octubre de 2010

"Les KlezmerS" en Concierto (2)

Ante la remota perspectiva de presentarse en el Colón, Les KlezmerS continuaron rejuntando instrumentos insólitos. Así fue como Georgy aportó el enorme tacho de zinc con asas donde había sido bañado, bebé aún, con jabón Federal blanco. Lo bañaban boca abajo, pero sobrevivió. Boca abajo (el tacho), sonaba como un original timbal metálico.
Un desplateado candelabro de siete brazos, al que le colocaron cuerdas de tripa y alambre de distintas medidas, se convirtió en una lira que hubiera envidiado Nerón. Sobre todo porque cuando la tocaban, con inconsciente piromanía, se bamboleaban las siete velas encendidas.
A Don Brusilovsky, el de la fiambrería de Junín entre Corrientes y Lavalle, que ciertos gourmets nostálgicos recuerdan hoy en día como "perfumería ídishe", le mangaron varias latas redondas de arenque del Báltico rancio. Contrariando sus ancestrales convicciones, él las iba a tirar, por su 'aroma' y su fecha requetevencida.
Las transformaron en una especie de "steel band" de calypso y reggae caribeño. Esas latas nunca perdieron del todo su 'perfume'. Por eso los expulsaban de lugares de alcurnia como la Bené Berith, el Jockey Club y el Club Oriente. En éste último fue porque la spuzza ascendió hasta el sacrosanto Salón de Póker.
Suspirando en ídish, el pseudo luthier Brusilovsky se las ingenió para venderles un viejo barril que alguna vez contuvo pepinos en salmuera, al cual le faltaba una duela.
-¡Me duela vendérselo! ¡Con él pueden hacerse una TumbaDvoire! Y los convenció...
También consiguieron enemas enlozados completos, con sus largos caños de goma rayada ya pegajosos, pero con exquisitas boquillas introductorias de baquelita legítima, con llave de paso y todo; chatas y papagayos orinales. Eran rezagos del Hospital Israelita. Eso sí: antes de usarlos los lavaron y enjuagaron bien...
Cada cachivache era mutado en una insólita fuente de extraños sonidos. Al abuelo de Nudñik costó convencerlo para que aportara la cachuza balalaika que, viejo fabulador él, decía haber arrebatado en una riña callejera a un cosaco desbordado de vodka, a la salida de una oscura taberna de Nijñy Novgorod. Era un instrumento demasiado 'normal', pero lo llevaron por si algún día creaban un sketch ambientado en los gélidos gulags siberianos.
Y muchos engendros más. Entre ellos, una 'joya': la destartalada silla de ruedas que había sido del zeide, el abuelo nonagenario de uno de los músicos.
Tardaron un par de años en encontrarle alguna utilidad. Al final la usaron sólo para entrar y sacar de escena el tacho/timbal y sus accesorios. Bah, venía a ser como un changuito marca "Ortopedia Parkin & Sons".
(Continuará)
Collages: L.V.
Autorizada la reproducción del texto y collages. No mencionar la fuente, plis.

domingo, 23 de mayo de 2010

"Les KlezmerS" y sus Instrumentos Anormales

La historia de "Les KlezmerS" es como un cuento de hadas en ídish. Comenzó hace más de cuarenta años y continúa aún hoy. Un verdadero récord.
Allá por los '40 la Estudiantina SHA, que lideraba el 'Negro' Derasner, era una actividad tradicional en el club Hebraica. De tímidos comienzos, año a año se había ido convirtiendo en una exitosa comedia musical a la que dedicaban sus esfuerzos socios con mucha voluntad y algunas condiciones. Había entre ellos pretendidos actores, bailarines, cantantes, humoristas, músicos. Todos, aficionados. Algunos, con el tiempo, se convirtieron en profesionales.
Los que componían la orquesta llegaron a destacarse. Eran cinco pibes y hacían sus primeras armas.
Distrayendo tiempo de sus estudios en el Sholem Aleijem, intentaban dominar sus instrumentos. No sólo tocaban piano, batería, guitarra, clarinete y violín, sino que intervenían en pasacalles humorísticos. La impericia era compensada por el caradurismo.
Con el correr de los años las Estudiantinas fueron languideciendo, pero el quinteto perseveró.
La experiencia adquirida la volcaron en un modestísimo pseudo show judío, en el que mezclaban música klezmer con humor en ídish. Fue así como, con naturalidad, surgió el nombre: "¡Oy vey, Les KlezmerS!". Sonaba exótico y europeo. Bah, por lo menos sonaba. Al poco tiempo le quitaron el "¡Oy vey!". Sonaba también, pero menos dramático.
Los neófitos artistas trataron de perfeccionarse y agregaron otros instrumentos nuevos, producto de sus delirios. De a poco, también, cada uno fue asumiendo un papel en el grupo, a saber:
Charly Lokshn Puchkin, por ejemplo, era una especie de monaguillo judío que asistía al oficiante del Templo de la calle Murillo. De ahí su remoquete: "El Monaguillo de Murillo". De vez en cuando el 'jazán' le permitía dirigir el coro, especialmente cuando ensayaban los Maitines Canónicos. Como valor agregado, Charly frotaba el violín.
El caso de Georgy Maronchik era distinto. Provenía del folklore telúrico. Lo dejaban cantar, a cambio de un par de tintos, en una peña mistonga, acompañándose con una guitarra prestada, más mistonga aún. Más o menos, según su mamá, prometía.
Mordje Mundshtein tenía una extraña voz, muy profunda y engolada. Era el 'speaker' en las transmisiones radiales de las zarzuelas españolas del Teatro Avenida y Goyescas, pero no lograba que lo dejaran cantar. Para consolarse, imitaba voluntariosamente el sonido del clarinete soplando un kazoo y era un aceptable ejecutante de vuvuzela.
Cachke Nudñik Cortsky era muy precoz. Ya en el kindergarten, en 1935, se las ingeniaba para tocar Mozart en el descangayado pianito de juguete de una octava. Por su exquisito y exigente oído absoluto -precursor pero muy superior al de Charly (García)- se quejaba siempre por la obvia desafinación del precario instrumento. Al cumplir tres añitos, Nudñik comenzó a estudiar Dirección de Catering, Piano, Solfeo y Composición de Textos en Frío con el muy riguroso Maestro Scaramuzza. A fuerza de reglazos en la punta de los dedos lo sacó bastante bueno, pero con sus dedos ya irreversiblemente mochos.
Dany Rabtshteiner, apodado "Nenete", merece mención especial. Sus progenitores querían que continuara la tradición boticaria familiar. Les dio el gusto. Estudió farmacia para que no lo hincharan más. Se recibió, pero frecuentemente se rajaba antes de hora del drugstore 25 horas del padre para aporrear un bombo legüero con "Los Misky-Misky del Eco Telúrico".
Los 'Misky' del Eco se disgregaron ante la carencia de eco. Y, sobre todo, porque les compró el nombre un fabricante de caramelos masticables.
Sin desanimarse, Nenete agarró la batería en la Estudiantina. De ahí al bombardino armado con un montón de latas (de duraznos Inca en almíbar, que son las más apropiadas) desfondadas y soldadas entre sí, había un solo paso. Y lo completó chapurreando chascarrillos en ídish, haciendo retruécanos, al principio sosos -luego también- con el impostado e imperturbable Mordje.
Las primeras actuaciones fueron sin propaganda ni nada, en comederos de tenedor libre, con comentarios de boca en boca de los concurrentes (sin interrumpir la masticación). Aun así, cada vez era mayor su popularidad. Por eso los llamó el obeso y calvo Emilio Flechter para que tocaran en su "Cantina Israelí" en canje por la magra pitanza nocturna. Los anunciaba pomposamente y con gran dispendiosidad en un (1) aviso mensual de una (1) columna por dos (2) centímetros en el "Ídishe Tzaitung". Eran, Emilio dixit, la "Gran Orquesta Espectáculo de Instrumentos Anormales Les KlezmerS".
Los viernes hacían de grupo soporte de "Bary Morral, su Quincho y su Trío The Gentleman". Los sábados, cuando los 'profesionales' tenían casamientos, bar mitzvá u otras yerbas similares, ellos eran las figuras centrales del show.
Habían clasificado su repertorio en dos categorías: 'kasher' y 'non-kasher'. Interpretaban temas tradicionales judíos, y también otros propios, inexorablemente en tonos menores (aclaremos que eran los únicos que dominaban).
Al principio sustraían a sus ídishe mames artefactos de la cocina tradicional judía, y los adaptaban. Ollas y lecheras abolladas varias, palanganas enlozadas cachadas varias; pesadas máquinas de hierro fundido de picar carne similares, por sus manivelas, a las de los organilleros con monito.
Vajillas de Pesaj incompletas y en desuso, de sonora porcelana inglesa; añosos termos de aluminio, de ésos con pliegues paralelos, que rellenados con 'farfalej' de Yanovsky Hnos. sonaban como una extraña combinación de güiro raspador y maraca metálica. 'Pishkes' (esas vetustas alcancías del Keren Kayemet Leisrael) rellenadas hasta la mitad con porotos de truco. Viejos candeleros de bronce, con variada afinación y variados restos de velas de colores; oxidados pulverizadores de Flit, conectados a varios 'jaliles' de distintos tonos. Y una celesta de teclas cariadas que había pertenecido a un tío medio cantor litúrgico, -bah: un "mulero"- del cementerio de Berazategui, ya retirado él.
Del 'Bar León', al que concurrían con asiduidad, porque les fiaban, hurtaron sigilosamente unos cuantos de sus tradicionales vasos de vidrio con guarda griega, para frotarlos en el borde una vez llenados con distintas medidas de té con jugo de límene (dejándolo enfriar previamente). El visionario inventor del jugo de limón "Minerva" los patrocinó donándoles una docena de envases de medio (1/2) litro, a condición de que lo anunciaran como "Único Fabricante: Racauchi".
(Continuará)
Collages: L.V.
Autorizada la reproducción del texto y collages, a condición de que no se mencione la fuente.





























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































martes, 11 de mayo de 2010

De armenios y gitanos, de griegos y judíos

(Y de españoles, italianos, sirio libaneses, árabes...)
Afinado concierto y armonía entre inmigrantes
Armenios, gitanos, griegos, judíos. Más que diferencias, tenían muchas cosas en común. Al llegar a la Argentina sólo hablaban su idioma natal. Muy pocos tenían algún oficio o profesión. Venían huyendo de la miseria, en busca de la prosperidad. El camino más directo, casi el único entonces, era dedicarse al comercio.
Para todos ellos era una asignatura transitoriamente perdida escuchar las melodías de su lejano terruño. No habían traído registros sonoros, pero igual estaban demasiado ocupados procurando el diario sustento. Tener en cuenta algo 'trivial' como la música -en esa durísima época- les resultaba superfluo.
Poco a poco, cada colectividad se fue agrupando en sus propias asociaciones. Tras el mucho esfuerzo fue llegando gradualmente el merecido bienestar. Ahora sí tenían tiempo para festejos..
En los años '30 del siglo pasado, las canciones ancestrales comenzaron a ser fuertemente añoradas. No tenían discos de su patria, y tampoco partituras. Ni, cada etnia, músicos que las interpretaran. En los conventillos, los barrios porteños, especialmente en el Once, se mezclaban los "...sky", los "...ián" y los "...akis". Las colectividades convivían en armonía, cada una con comercios de su especialidad: telas, alfombras, ropa.
Las fiestas judías eran animadas por klezmorim casi aficionados. Uno de ellos, Leiser Wygoda, sabía -cosa excepcional- leer y escribir partituras musicales. Eso no era habitual y, por ende, Leiser era frecuentemente requerido para transcribir las canciones que aún estaban frescas en el recuerdo de los gringos ashkenazis.
Comenzó a divulgarse su habilidad. Tardó poco en llegar al conocimiento de armenios y griegos. Leiser iba pacientemente al encuentro de los ancianos, para escucharlos tararear sus canciones y pasarlas al pentagrama. Era un puro deleite para los que habían venido de Europa con su propio folclore sólo en la memoria y en el corazón.
Los inmigrantes gitanos, que se dedicaban a comerciar chatarra y vehículos usados en el barrio de La Paternal, vivían -aunque ya hubieran hecho fortuna- aferrados a sus enormes carpas tradicionales. Por boca a boca se enteraron de la existencia de Leiser. Y allí iba él con su orquesta a los surrealistas, pantagruélicos casamientos tziganos -que se prolongaban dos o tres días con sus noches- y les llevaba alegría.
Sobre grandes almohadones y magníficas alfombras diseminadas sobre el piso de tierra, en
medio de la humareda de los asadores donde se cocían insensatas cantidades de lechones, los jefes de las 'tribus' -de grandes bigotazos y aludos sombreros negros- brindaban reiteradamente por la buenaventura de los novios. Sus mujeres, de largas y coloridas faldas, cabezas empañoladas sobre generosas trenzas oscuras en las que se entrelazaban monedas de oro, y con múltiples collares y anillos, -también de oro- a pesar de la barahúnda dedicaban calmosamente su tiempo a tirarse mutuamente las cartas o a practicar la quiromancia. Infinidad de chicos jugaban correteando por toda la carpa y sus alrededores, enredándose entre las piernas de los bailarines y el cotorreo de sus madres.
Los hombres alternaban los vasos de vodka ruso, ouzo griego, pastís de Marsella y cerveza de cualquier origen. Achispados, el cansancio los empujaba a dormitar brevemente en algún rincón antes de volver a la jarana. La combinación de ajetreo, humo y polvareda, gritos, música estridente, algarabía y alcohol conformaba un alucinante aquelarre urbano. Los músicos no podíamos soltar los instrumentos ni por unos instantes: parar la música festiva era impensable. Sólo había cortísimos descansos alternados.
Al ir elevándose el nivel cultural y económico, para las Iglesias Ortodoxas Armenia y Griega llegó el momento de programar conciertos sinfónicos. En ambos casos fue, paradójicamente, el klezmer judeo/ucraniano Wygoda quien dirigió, con arreglos propios, orquestas de más de cincuenta integrantes, interpretando fielmente el rico patrimonio musical de cada colectividad.
Además, animaba habitualmente esas fiestas donde la danza colectiva era acompañada por el eufórico lanzamiento incansable de platos al piso.
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Es curioso y alentador. Las primeras generaciones nacidas aquí, para sentir que se integraban definitivamente, dejaron un poco de lado las tradiciones de sus padres inmigrantes. Pero luego se produjo lo que podríamos llamar un "puenteo generacional". Los nietos recurrieron a sus abuelos para conocer sus orígenes. Es así como muchos han vuelto a sus comunidades, integrando coros, conjuntos de bailes folclóricos, cursos de idioma e historia de sus ancestros.
La música tuvo mucho que ver con estos gratos retornos. Demostró que se puede ser muy argentino sin abandonar las tradiciones de sus pueblos originarios. Y convivir sin odiosas discriminaciones.

leovigoda@gmail.com








miércoles, 3 de febrero de 2010

El Palacio del Músico BIS

Ante las dificultades para leer el "Quincecálogo" en su versión facsimilar, espero que esta transcripción, haciendo click en la imagen para agrandarla, pueda ser útil para apreciar esta joya literaria. Nuevamente, de nada.

El "PALACIO DEL MÚSICO"

¿Realismo Mágico o Leyenda Urbana?
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-Oiga, maestro: ¿no tiene algo de vidrio para comer?
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El "Palacio del Músico" estaba plagado de carteles tipo 'Si no tiene nada que hacer, no lo venga a hacer aquí', 'Hoy no se fía, mañana veremos', etc., etc. Yo, que vivía en pleno shmOnce, a tres cuadras, como tantos otros vagos me hacía el desentendido y pasaba horas y días ahí.
Trataba -infructuosamente, claro- que le cambiaran el nombre por "El Palacio del Klezmer", que yo consideraba más acorde y atractivo dada la ubicación del rasposo local -Junín 372, entre Corrientes y Sarmiento- en las proximidades del 'Ídishe Catering Brusilovsky', de 'Szmedra, el Rey David del Pastrom Caliente', la Hebraica, 'Asturias' -el bar de los mozos paisanke-, el 'Mini Bar' -lugar de rasque de los pendex de la SHA sin auto-, una constelación de compra/ventas tipo 'Las Tres Bolas', igualitas a la que había sido el 'Palacio del Sagrado Saco Inmaculado', de Don Percán Senior.
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Cofundadores, en 1955, del grupo "The Swing Timers", el 'Negro' González y Mauricio Percán unieron sus juveniles y enérgicos entusiasmos para dedicarse a comerciar instrumentos musicales y otras menudencias. Para empezar, ¿qué sitio era el más indicado (y barato...) ?: la decadente "Percan's Clothes".
Resignado, el padre de Mauricio los dejó hacer. Para qué...
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En el boliche las tardes transcurrían plácidamente entre charlas jocosas, anécdotas frescas de la noche anterior, comentarios mordaces sobre las aptitudes musicales de colegas ausentes, delirios contractuales de utópicas giras mundiales, y lectura de ojito del último best seller de Sam Lerman: "Cómo aprender a tocar la batería. Sin música, sin notas, sin maestro".
Sam era también el pergeñador del rígido y disciplinante "Quincecálogo del Palacio del Músico", obra cumbre del ingenio mediterráneo -de la provincia de Córdoba-, que NO ha perdurado hasta nuestros días.



Soy privilegiado poseedor de un ejemplar original, y para beneplácito y culturización de ustedes, amables seguidores míos, lo reproduzco facsimilarmente. (Click sobre la imagen para ampliarla. De nada.)

Cada tanto, raramente, caía algún incauto que soñaba con 'la pinta de Carlos Gardel' , creyendo que bastaba con sacudir un par de maracas sin municiones, ignorando que el único que lo había logrado era Ortega (Ramón Bautista). Comprara o no comprara, el pavote era rápidamente despachado. No podíamos tolerar su interrupción de nuestra fascinante y sesuda charla 'profesional'.
Hasta que un día cayó El Fakir............................................................

Vuelvan a leer las palabras transcriptas al comienzo de este relato. Eran de rutina. Pero ningún manguero, jamás, había pedido vidrio para morfar. Así que paramos la oreja, nos miramos intrigados, y lo hicimos entrar. Era para la joda, pero el filipipón insistió: -¿Alguna lamparita vieja, algún tubito quemado, no tienen, eh? En medio de un silencio sepulcral, el Negro vio, allá arriba, entra las telarañas, una triste y solitaria bombita de 25, muerta en 1918, y que jamás a nadie se le había ocurrido reemplazar. Mauricio, el más veterano en el lugar, se trepó a un jurásico ropero provenzal, de ahí a una silla descangayada, y bajó la lamparita entre aplausos al saltimbanqui. -¿Te la enjuagamos? -dijo, comedido, alguien.



¡No, Maestro! ¡Así es más sabrosa!-, contestó el Fakir, como si la roña de cuarenta años fuera aceto y oliva. Había que verlo, concentrado, machacando y mascando la ex-luminaria, dejando el palito central, con filamento y todo, para el postre. El casquillo roscado, dijo, lo guardaba por si le agarraba apetito por las noches. Era algo.

Se quedó con hambre. Juntamos unos mangos para comprar tres lamparitas de 25 y dos tubos fluorescentes. Por su alto contenido de lípidos y Omega 3, éstos últimos eran para el quía un "Bocatto di Cardenale". Ahíto, se mandó un sonoro greptz, y pidió ir al water closet. Eso sí, aclaró cortésmente: -Si no es demasiada molestia, podrían acondicionarme la tabla con esto?"-, y sacó del bolsillo una caja de chinches Sifap x 100 unid.

Uno de los insignes concurrentes de ese inolvidable día tocaba en la orquesta estable de "Sábados Circulares", y le llevó nuestra joya en bruto al boss. Ver en acción al fakir e incluirlo en su staff de freaks fue todo uno para el inefable Pipo Mancera. El Fakir, bautizado 'Ohm-Ganges-Brahmaputra-Ohm', debutó al sábado siguiente, junto con un travesti cosaco, "Pete", perseverante tragasables, y "El Enano Más Alto de la Galaxia", acompañado por sus orgullosos progenitores. Nuestro Golden Boy les pasó el trapo a todos y quedó efectivo con contrato en blanco, obra social del Sindicato del Vidrio, cama de clavos 'King Size', proveeduría luminística y todo. El jugoso porcentaje de Representantes, cobrado por la urgentemente formada 'Fakir SRL' permitió que hoy, después de medio siglo de vida licenciosa y disipada, el Negro y Mauricio hayan podido resucitar el sórdido y húmedo sótano de "Jazz & Pop".

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A mí me quedó de por vida una culpa irredimible por no haber hecho poner en la TV un cartel advirtiendo a niños, opas, memos, lelos y demás yerbas que no intentaran imitar al Fakir "Ohm".

Por esa imperdonable omisión mía, desde entonces, los argentinos somos propensos a comer vidrio.


Collages: L.V. Se permite su reproducción.
leovigoda@gmail.com