jueves, 21 de octubre de 2010
La Gloria de Astor (2)
lunes, 18 de octubre de 2010
Astor Piazzolla: un "criptoklezmer" (1)
En el suburbio neoyorquino de Brooklyn, cerca de Little Italy y de Hoboken (...y de sus correspondientes gangsters), Astor Pantaleón Piazzolla convivía con todos los credos y razas inmigrantes. Cuando Nonino, ante la manifiesta capacidad de su hijo de diez años, le compró un bandoneón casi nuevo, estaba dando comienzo -sin saberlo- a una renovación tanguística fundamental.
(Continuará)
domingo, 3 de octubre de 2010
"Les KlezmerS", ¡Primeros éxitos! (3, FIN)
viernes, 1 de octubre de 2010
"Les KlezmerS" en Concierto (2)
A Don Brusilovsky, el de la fiambrería de Junín entre Corrientes y Lavalle, que ciertos gourmets nostálgicos recuerdan hoy en día como "perfumería ídishe", le mangaron varias latas redondas de arenque del Báltico rancio. Contrariando sus ancestrales convicciones, él las iba a tirar, por su 'aroma' y su fecha requetevencida.
Las transformaron en una especie de "steel band" de calypso y reggae caribeño. Esas latas nunca perdieron del todo su 'perfume'. Por eso los expulsaban de lugares de alcurnia como la Bené Berith, el Jockey Club y el Club Oriente. En éste último fue porque la spuzza ascendió hasta el sacrosanto Salón de Póker.
domingo, 23 de mayo de 2010
"Les KlezmerS" y sus Instrumentos Anormales
Allá por los '40 la Estudiantina SHA, que lideraba el 'Negro' Derasner, era una actividad tradicional en el club Hebraica. De tímidos comienzos, año a año se había ido convirtiendo en una exitosa comedia musical a la que dedicaban sus esfuerzos socios con mucha voluntad y algunas condiciones. Había entre ellos pretendidos actores, bailarines, cantantes, humoristas, músicos. Todos, aficionados. Algunos, con el tiempo, se convirtieron en profesionales.
Con el correr de los años las Estudiantinas fueron languideciendo, pero el quinteto perseveró.
Sin desanimarse, Nenete agarró la batería en la Estudiantina. De ahí al bombardino armado con un montón de latas (de duraznos Inca en almíbar, que son las más apropiadas) desfondadas y soldadas entre sí, había un solo paso. Y lo completó chapurreando chascarrillos en ídish, haciendo retruécanos, al principio sosos -luego también- con el impostado e imperturbable Mordje.
Habían clasificado su repertorio en dos categorías: 'kasher' y 'non-kasher'. Interpretaban temas tradicionales judíos, y también otros propios, inexorablemente en tonos menores (aclaremos que eran los únicos que dominaban).
Del 'Bar León', al que concurrían con asiduidad, porque les fiaban, hurtaron sigilosamente unos cuantos de sus tradicionales vasos de vidrio con guarda griega, para frotarlos en el borde una vez llenados con distintas medidas de té con jugo de límene (dejándolo enfriar previamente). El visionario inventor del jugo de limón "Minerva" los patrocinó donándoles una docena de envases de medio (1/2) litro, a condición de que lo anunciaran como "Único Fabricante: Racauchi".
martes, 11 de mayo de 2010
De armenios y gitanos, de griegos y judíos
Afinado concierto y armonía entre inmigrantes
Para todos ellos era una asignatura transitoriamente perdida escuchar las melodías de su lejano terruño. No habían traído registros sonoros, pero igual estaban demasiado ocupados procurando el diario sustento. Tener en cuenta algo 'trivial' como la música -en esa durísima época- les resultaba superfluo.
Poco a poco, cada colectividad se fue agrupando en sus propias asociaciones. Tras el mucho esfuerzo fue llegando gradualmente el merecido bienestar. Ahora sí tenían tiempo para festejos..
En los años '30 del siglo pasado, las canciones ancestrales comenzaron a ser fuertemente añoradas. No tenían discos de su patria, y tampoco partituras. Ni, cada etnia, músicos que las interpretaran. En los conventillos, los barrios porteños, especialmente en el Once, se mezclaban los "...sky", los "...ián" y los "...akis". Las colectividades convivían en armonía, cada una con comercios de su especialidad: telas, alfombras, ropa.
Las fiestas judías eran animadas por klezmorim casi aficionados. Uno de ellos, Leiser Wygoda, sabía -cosa excepcional- leer y escribir partituras musicales. Eso no era habitual y, por ende, Leiser era frecuentemente requerido para transcribir las canciones que aún estaban frescas en el recuerdo de los gringos ashkenazis.
Comenzó a divulgarse su habilidad. Tardó poco en llegar al conocimiento de armenios y griegos. Leiser iba pacientemente al encuentro de los ancianos, para escucharlos tararear sus canciones y pasarlas al pentagrama. Era un puro deleite para los que habían venido de Europa con su propio folclore sólo en la memoria y en el corazón.
Los inmigrantes gitanos, que se dedicaban a comerciar chatarra y vehículos usados en el barrio de La Paternal, vivían -aunque ya hubieran hecho fortuna- aferrados a sus enormes carpas tradicionales. Por boca a boca se enteraron de la existencia de Leiser. Y allí iba él con su orquesta a los surrealistas, pantagruélicos casamientos tziganos -que se prolongaban dos o tres días con sus noches- y les llevaba alegría.
Sobre grandes almohadones y magníficas alfombras diseminadas sobre el piso de tierra, en
medio de la humareda de los asadores donde se cocían insensatas cantidades de lechones, los jefes de las 'tribus' -de grandes bigotazos y aludos sombreros negros- brindaban reiteradamente por la buenaventura de los novios. Sus mujeres, de largas y coloridas faldas, cabezas empañoladas sobre generosas trenzas oscuras en las que se entrelazaban monedas de oro, y con múltiples collares y anillos, -también de oro- a pesar de la barahúnda dedicaban calmosamente su tiempo a tirarse mutuamente las cartas o a practicar la quiromancia. Infinidad de chicos jugaban correteando por toda la carpa y sus alrededores, enredándose entre las piernas de los bailarines y el cotorreo de sus madres.
Los hombres alternaban los vasos de vodka ruso, ouzo griego, pastís de Marsella y cerveza de cualquier origen. Achispados, el cansancio los empujaba a dormitar brevemente en algún rincón antes de volver a la jarana. La combinación de ajetreo, humo y polvareda, gritos, música estridente, algarabía y alcohol conformaba un alucinante aquelarre urbano. Los músicos no podíamos soltar los instrumentos ni por unos instantes: parar la música festiva era impensable. Sólo había cortísimos descansos alternados.
Al ir elevándose el nivel cultural y económico, para las Iglesias Ortodoxas Armenia y Griega llegó el momento de programar conciertos sinfónicos. En ambos casos fue, paradójicamente, el klezmer judeo/ucraniano Wygoda quien dirigió, con arreglos propios, orquestas de más de cincuenta integrantes, interpretando fielmente el rico patrimonio musical de cada colectividad.
Además, animaba habitualmente esas fiestas donde la danza colectiva era acompañada por el eufórico lanzamiento incansable de platos al piso.
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Es curioso y alentador. Las primeras generaciones nacidas aquí, para sentir que se integraban definitivamente, dejaron un poco de lado las tradiciones de sus padres inmigrantes. Pero luego se produjo lo que podríamos llamar un "puenteo generacional". Los nietos recurrieron a sus abuelos para conocer sus orígenes. Es así como muchos han vuelto a sus comunidades, integrando coros, conjuntos de bailes folclóricos, cursos de idioma e historia de sus ancestros.
La música tuvo mucho que ver con estos gratos retornos. Demostró que se puede ser muy argentino sin abandonar las tradiciones de sus pueblos originarios. Y convivir sin odiosas discriminaciones.
leovigoda@gmail.com
miércoles, 3 de febrero de 2010
El Palacio del Músico BIS
El "PALACIO DEL MÚSICO"
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-Oiga, maestro: ¿no tiene algo de vidrio para comer?
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El "Palacio del Músico" estaba plagado de carteles tipo 'Si no tiene nada que hacer, no lo venga a hacer aquí', 'Hoy no se fía, mañana veremos', etc., etc. Yo, que vivía en pleno shmOnce, a tres cuadras, como tantos otros vagos me hacía el desentendido y pasaba horas y días ahí.
Trataba -infructuosamente, claro- que le cambiaran el nombre por "El Palacio del Klezmer", que yo consideraba más acorde y atractivo dada la ubicación del rasposo local -Junín 372, entre Corrientes y Sarmiento- en las proximidades del 'Ídishe Catering Brusilovsky', de 'Szmedra, el Rey David del Pastrom Caliente', la Hebraica, 'Asturias' -el bar de los mozos paisanke-, el 'Mini Bar' -lugar de rasque de los pendex de la SHA sin auto-, una constelación de compra/ventas tipo 'Las Tres Bolas', igualitas a la que había sido el 'Palacio del Sagrado Saco Inmaculado', de Don Percán Senior.
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Soy privilegiado poseedor de un ejemplar original, y para beneplácito y culturización de ustedes, amables seguidores míos, lo reproduzco facsimilarmente. (Click sobre la imagen para ampliarla. De nada.)
Cada tanto, raramente, caía algún incauto que soñaba con 'la pinta de Carlos Gardel' , creyendo que bastaba con sacudir un par de maracas sin municiones, ignorando que el único que lo había logrado era Ortega (Ramón Bautista). Comprara o no comprara, el pavote era rápidamente despachado. No podíamos tolerar su interrupción de nuestra fascinante y sesuda charla 'profesional'.
Hasta que un día cayó El Fakir............................................................
Vuelvan a leer las palabras transcriptas al comienzo de este relato. Eran de rutina. Pero ningún manguero, jamás, había pedido vidrio para morfar. Así que paramos la oreja, nos miramos intrigados, y lo hicimos entrar. Era para la joda, pero el filipipón insistió: -¿Alguna lamparita vieja, algún tubito quemado, no tienen, eh? En medio de un silencio sepulcral, el Negro vio, allá arriba, entra las telarañas, una triste y solitaria bombita de 25, muerta en 1918, y que jamás a nadie se le había ocurrido reemplazar. Mauricio, el más veterano en el lugar, se trepó a un jurásico ropero provenzal, de ahí a una silla descangayada, y bajó la lamparita entre aplausos al saltimbanqui. -¿Te la enjuagamos? -dijo, comedido, alguien.
¡No, Maestro! ¡Así es más sabrosa!-, contestó el Fakir, como si la roña de cuarenta años fuera aceto y oliva. Había que verlo, concentrado, machacando y mascando la ex-luminaria, dejando el palito central, con filamento y todo, para el postre. El casquillo roscado, dijo, lo guardaba por si le agarraba apetito por las noches. Era algo.
Se quedó con hambre. Juntamos unos mangos para comprar tres lamparitas de 25 y dos tubos fluorescentes. Por su alto contenido de lípidos y Omega 3, éstos últimos eran para el quía un "Bocatto di Cardenale". Ahíto, se mandó un sonoro greptz, y pidió ir al water closet. Eso sí, aclaró cortésmente: -Si no es demasiada molestia, podrían acondicionarme la tabla con esto?"-, y sacó del bolsillo una caja de chinches Sifap x 100 unid.
Uno de los insignes concurrentes de ese inolvidable día tocaba en la orquesta estable de "Sábados Circulares", y le llevó nuestra joya en bruto al boss. Ver en acción al fakir e incluirlo en su staff de freaks fue todo uno para el inefable Pipo Mancera. El Fakir, bautizado 'Ohm-Ganges-Brahmaputra-Ohm', debutó al sábado siguiente, junto con un travesti cosaco, "Pete", perseverante tragasables, y "El Enano Más Alto de la Galaxia", acompañado por sus orgullosos progenitores. Nuestro Golden Boy les pasó el trapo a todos y quedó efectivo con contrato en blanco, obra social del Sindicato del Vidrio, cama de clavos 'King Size', proveeduría luminística y todo. El jugoso porcentaje de Representantes, cobrado por la urgentemente formada 'Fakir SRL' permitió que hoy, después de medio siglo de vida licenciosa y disipada, el Negro y Mauricio hayan podido resucitar el sórdido y húmedo sótano de "Jazz & Pop".
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A mí me quedó de por vida una culpa irredimible por no haber hecho poner en la TV un cartel advirtiendo a niños, opas, memos, lelos y demás yerbas que no intentaran imitar al Fakir "Ohm".
Por esa imperdonable omisión mía, desde entonces, los argentinos somos propensos a comer vidrio.
Collages: L.V. Se permite su reproducción.
leovigoda@gmail.com